Me cuenta un amigo como, una tranquila y veraniega mañana de playa, asistió a esta reacción de una madre ante el exabrupto de su pequeño hijo en forma de taco: “¿¡Y a ti quién cojones te ha enseñado a hablar así!?” Pues eso.
Dejando a un lado el eterno debate sobre cuándo debe un tío enseñar a su sobrino a blasfemar con clase (ya que va a aprender, que le guíe un familiar, ¿no?), el incidente me hizo pensar sobre el lenguaje y los niños: Expresiones adultas, locuciones cuasi seniles, vetustos giros idiomáticos, ¿cuándo entran a formar parte de los chavales?, ¿de quién los absorben?, ¿en qué momento llega la idiomática evolución psicosocial del niño a su punto culminante?..
No, no se asusten, una vez más mi estudio del problema será banal, superficial y asequible para el comentario de texto de un infante con pantalones cortos. Si buscan profundidad de análisis y certeras respuestas a esas preguntas apúntense al próximo seminario que llegue a su barrio, que yo no les voy a ayudar; porque en mi caso no tengo duda: mis sobris venían de serie con el extra de expresiones cachondas:
– ¿Nos pone una niña, por favor?
– Si se llevan dos se beneficia de nuestra oferta “frases cursis desde micas” por el mismo precio, ¿les interesa?
– Hummm…. venga, qué narices, ¿no hemos venido a concursar? Pues eso. Denos dos. Y pónganoslas iguales que así nos acostumbramos antes.
– Muy bien, Señores. ¿Van a querer ticket?
Antes de ayer fue el cumple de mis sobris, (el de las dos, se entiende, recuerden que son gemelas). Y al no dominar todavía, las pobrecillas, esa insulsa tradición que marca que son los que cumplen los que reciben los regalos, fueron ellas las que me regalaron a mí una tarjetita. (El amor no me ciega: le sobraba purpurina). Como es lógico no consideré que fuera el momento de sacarles del equívoco, pero les llamé al día siguiente en señal de agradecimiento y para desearles buenas noches (Nota del autor: llamada nocturna a las sobris: terapia anti estrés recomendada por las autoridades sanitarias para todo tío que adolezca de problemas profesio-personales o stress crónico), y me coge Celia (Nota del editor: nombre inventado para proteger el anonimato de la personita):
– ¡Hola tío Juan!
– ¡¡¡Hola Celiaaaaaa!!! ¿¿Qué ganas tenía de llamarte??
– ¿Por qué? (Nota del autor: manda narices ya está frase, pendiente de análisis)
– Para oír tu vocecita de ratita…..y para decirte que ¡¡¡me encantó la tarjeta que me regalasteis en vuestro cumple!!!!! ¡¡¡Era maravillosa!!!
– Pues ponla en el salón…
¡¡¡“Pues ponla en el salón”!!! ¡¡Te puedes creer la mica esta que me dice dónde tengo que poner su tarjetita!! ¿Pero qué sabe ella de decoración? ¿Se pasa las tardes en IKEA? ¿Querrá embadurnarme el salón con purpurina? Y sobre todo: ¡¡Será vacilona la tía chula!!! ¡Le faltó escupir de lado al terminar la frase! Pues no tendré yo que aguantar fanfarrones en mí día a día que ahora me chulea mi propia sobri… La próxima vez le lleno la cara de aplausos.
Y que me dicen de Valentina (ver nota anterior sobre el nombre), mi Valentina del alma, que con poco más de 4 años, esto es, 48 meses de vida, va y le suelta a su madre:
“Mamá no quiero comer, ni crecer, porque no quiero morirme pronto”
Ainsssss, no puedo ni releerlo que se me pone el vello de puercoespín. Como dice mi madre: de traca.
¿Será argumentación elaborada con el fin de evitar ingerir el plato de acelgas? En ese caso la chica le va a dar mil vueltas a su tío como abogada. ¿O será, como tiendo yo a pensar, afilada filosofía que mis entendederas envejecidas no alcanzan a medir en su inmensidad? Sin duda un médico, desde su frialdad académica, trataría de probarle que precisamente la falta de comida nos llevaría al hoyo; pero yo le digo al doctor que se coja un taxi y se largue que mi sobri no le atiende, que quizá la minimujer que es haya removido los pilares del humanismo, las teorías de la inmortalidad del espíritu, el sentido último de nuestra existencia ¡¡en una sola frase!!
Me dan ganas de cantar al mundo de felicidad al pensar en mis gotitas, pero no lo haré, a ver si me sueltan lo mismo que a su padre la última vez que lo hizo:
“Papá, qué canción tan bonita, pero qué feo te pones”..
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grande!! es majistral!! como todas sus aventuras!!